Las comunidades costeras, en un constante crecimiento, requieren mayor desarrollo edilicio, agua potable, incremento en las actividades de producción y
subsistencia, lo que las pone en conflicto con los procesos naturales de largo plazo.
Las costas no son estáticas, al igual que las comunidades que habitan en ellas, varían de forma y posición en respuesta a las fuerzas naturales y a las actividades
humanas, la irrupción del hombre ha provocado importantes cambios en el frágil equilibrio de los ambientes costeros.
Las alteraciones al medio físico y biótico que se han generado han sido, en la mayoría de los casos, por falta de conocimiento, información y planificación.
El incremento de la población, estable y visitante, necesita cada vez un mayor grado de urbanización, transporte, servicios comerciales, agua potable y energía e
irremediablemente genera grandes descargas de desechos sólidos, efluentes cloacales y contaminantes que requieren costosas plantas de tratamiento adecuadas al volumen de desechos, de reducida viabilidad por el dificultoso
financiamiento.
En tal sentido, los principios vigentes en el turismo a nivel mundial han sido enunciados en documentos formulados por organizaciones claves tales como el World Travel & Tourism Council (WTTC), la World Tourism Organization (WTO), el Consejo de la Tierra y otros; la Declaración de Manila sobre el Turismo Mundial, la Declaración de La Haya, la Carta del Turismo y Código del Turista, la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, las recomendaciones emanadas de la Agenda 21, la Conferencia Mundial de Turismo Sostenible, la Declaración de Berlín y otros, así como en los convenios regionales sobre turismo, medio ambiente y desarrollo sostenible.
Dichos documentos enfatizan, entre otras, que el turismo debe basarse en modelos sostenibles de producción y consumo, contribuyendo a la conservación, protección y restauración del ecosistema terrestre, asimismo, proponen que el desarrollo turístico sea soportable ecológicamente a largo plazo, viable económicamente y equitativo desde una perspectiva ética y social para las comunidades locales.
A su vez, se reconoce que el turismo puede poner en peligro especies y ambientes, siendo necesario valorizar y proteger la naturaleza y la diversidad biológica como base esencial para el desarrollo sostenible.
La Organización Mundial de Turismo (OMT) define como recursos turísticos a “todos los bienes y servicios que, por intermedio de la actividad del hombre y de los medios con que cuenta, hacen posible la actividad turística y satisfacen las necesidades de la demanda”. Sin embargo, en el caso que nos ocupa, la playa no sólo puede ser vista como un mero soporte de actividades, sino que ha de ser concebida como un espacio natural “que ostenta gran singularidad dentro del ecosistema costero, lo que determina la asignación de un valor para conservación, a lo que hay que añadir su importancia como recurso recreativo”.
Es decir, que la playa ha de ser vista como un recurso natural necesitado de protección, y de excelente indicador ambiental y de calidad.
Incorporar un sistema de gestión de calidad en playa y gestión ambiental, por ejemplo, mediante su certificación por una norma de aseguramiento internacional,
constituiría un gran avance en la planificación y gestión de las playas, dado que la misma constituye el recurso básico de la industria turística.
Desde el punto de vista de la actividad turística, la conservación del medio ambiente ha dejado de ser un factor limitante al desarrollo para ser un elemento clave de competitividad. Los recursos naturales constituyen el principal motivo de atracción turística en el litoral marítimo, en consecuencia, deben protegerse de la degradación progresiva debida a su utilización, a la vez que se promueva
una política que facilite el desarrollo de manera sostenible y sustentable.
En consecuencia, se considera al usuario de las playas como el objetivo prioritario de la gestión, pues la calidad y cuidado medioambiental, ha de ser entendido como la capacidad de satisfacer plenamente sus necesidades y expectativas, en un marco de minimización de Impacto Ambiental.
En este marco se establecen tres ámbitos de mejora: gestión, oferta turística y medio ambiente, para garantizar la calidad del espacio.
Un desarrollo turístico sostenible es “el único capaz de generar actividad económica viable en el presente y en el futuro, puesto que asegura un desarrollo integrado, armónico, compatible, equilibrado y sinérgico en sus relaciones con los recursos medioambientales, al mismo tiempo que satisface las necesidades sociales, económicas y estéticas de la zona”.
A modo de resumen podría decirse que la nueva coyuntura del mercado turístico obliga a una nueva filosofía de desarrollo, donde la calidad sea concebida como la estrategia de futuro.