En el marco de esta pandemia, la medida más importante ha sido el aislamiento social, preventivo y obligatorio. Recaudo que han tomado casi todos los países del mundo. Y aunque no podemos negar su efectividad en términos sanitarios, los datos demuestran que es fulminante para con la economía. Esto nos da la pauta que tarde o temprano (más tarde que temprano) la cuarentena irá flexibilizándose, empezando por los sectores económicos más urgentes. En este sentido, el turismo seguramente sea el último sector por no percibirse como algo esencial para el desarrollo humano; y por la gran circulación de personas que implica.
Lo importante es la resiliencia
Cuando hayamos controlado la crisis sanitaria, volveremos a la “normalidad”, pero esta no será como antes. El COVID-19 será un hecho bisagra, un antes y un después, en relación a las dinámicas del consumo y en especial las turísticas, que habrán cambiado instigadas por la desconfianza, la austeridad y la incertidumbre.
Es claro que el mundo moderno ha atravesado un sinfín de crisis como las sucedidas por la caída de las Torres Gemelas, por el SARS en 2003 o por la gripe H1N1 en 2008; pero esta, a diferencia de las anteriores es de carácter mundial, por lo cual volver a foja cero significará un esfuerzo colectivo y global.
El panorama es bastante desalentador, pero mirando el vaso medio lleno, creo que tenemos la gran oportunidad de reestructurar la oferta turística de nuestros destinos, alineándola a los grandes desafíos ambientales sociales y tecnológicos que reinan el siglo XXI.
Antecedernos para no ser meramente reactivos
Comenzar YA a establecer estrategias a corto y mediano plazo es vital. No podemos esperar a que termine la cuarentena o, peor aún, que termine la pandemia para empezar a ver “como seguimos”.
Purmamarca, Jujuy es uno de los municipios más innovadores en este sentido. Inventó un mercado online donde se venden las artesanías autóctonas de la zona generando ingresos genuinos a la población local. Una especie de Mercado Libre o E-Bay del arte norteño. Los pobladores aportan los productos y el Estado los recursos humanos y digitales necesarios para instrumentar la idea. Claro que esto es posible porque existe un trabajo de marca turística desarrollado y pulido desde hace años.
En Gesell, la Secretaría de Turismo ha implementado una política de difusión consonante con lo hecho en otros destinos; nos invita a #ViajarDesdeCasa a través de cortos documentales sobre nuestra ciudad transmitidos por Facebook Live. Parece ser una propuesta sumamente acertada, ya que el 64% de la gente ha incrementado el uso de teléfono celular durante el aislamiento, y por lo tanto se convierte en una excelente vía para captar potenciales turistas. Otros destinos implementaron videos promocionales con mensajes que apelan a la conciencia del visitante. Por ejemplo, Entre Ríos propuso el slogan “Seamos responsables, para que volvamos a disfrutar”; esto también permite mantener en el imaginario del turista las ganas de viajar.
Salta, por su parte, elaboró “Salteñizá la Cuarentena”, un creativo manual de actividades para que los niños hagan junto a sus familias con juegos, canciones e ilustraciones sobre los principales atractivos; la misma estrategia utilizo el EMATUR en La Plata.
Todas ellas iniciativas válidas, de bajo presupuesto y con un impacto real bastante incierto. Ahora bien, una vez finalizada la cuarentena, ¿Cuántos serán los osados que emprenderán viajes motivados por el ocio o la recreación? ¿Qué destinos elegirán y basados en que criterios? ¿Cuáles serán sus prioridades de gasto?
El propósito de la nota no es generar mayor desconcierto, por el contrario, es pensar (entre todos) medidas sencillas a mediano plazo para recuperar la confianza, restaurar la demanda y reposicionar el destino.
Entonces ¿Qué podemos hacer?
Tres sugerencias tengo en este sentido: que la reactivación turística sea pensada y consumada de forma participativa, incluyendo a la mayor cantidad de actores posibles: el Estado y las empresas, la población local y por qué no, el turista; fomentar la capacitación de los operadores turísticos y la población local y por último un uso inteligente de las nuevas tecnologías y en particular las redes sociales.
Un popurrí de ideas
- Transformar el tiempo ocioso en tiempo productivo para crear contenidos, nuevos productos y proyecto; para que al regresar la experiencia del visitante sea igual o mejor a las expectativas creadas.
- Diseñar un “Destino sanitariamente garantizado” lo cual implica prestar atención a las medidas de seguridad e higiene que pasarán a conformar una rutina obligatoria incluso luego de terminado este fenómeno (de la misma forma que el mundo comenzó a implementar medidas de seguridad luego del atentado a las Torres Gemelas para evitar actos terroristas).
- Capacitar gratuitamente en gestión financiera, diseño de marca, marketing online y protocolos de higiene a los prestadores turísticos con el objetivo de mejorar la calidad.
- Alivio fiscal (bajar tasas e impuestos a pequeños emprendimientos para evitar los altos costos fijos) y créditos subsidiados de fácil acceso.
- Establecer un régimen de cancelaciones gratuitas o cambios de fecha sin punitorio en hoteles, agencias, eventos culturales y excursiones para los servicios que hayan sido comprados previo al aislamiento.
- Emitir vouchers a largo plazo con descuentos “tentadores” y fechas flexibles para que a los prestadores les ingrese una ganancia, aunque sea mínima y les permita sostener los gastos fijos.
El aporte es módico y el fenómeno por demás complejo. De una cosa no tengo dudas, en un mundo tan volátil, la capacidad de resiliencia y la innovación son las únicas ventajas competitivas que nos permitirán “devolver la salud al turismo”.