Un fragmento de la nota:
Javier tenía 18 años, como yo, y como la mayoría del grupito al cual me integré rápidamente. Tanguito, Rocky Rodriguez, Miguel Abuelo, Belmondo, Charly Caminos... Moris, que era el más grande, apenas nos llevaba dos o tres años, pero tenía una personalidad arrolladora. Litto era bastante menor y tenía un permiso de sus padres que lo habilitaba a entrar a La Cueva.
El siguiente paso fue Villa Gesell. Mario Káiser, un amigo de Moris, había alquilado una esquina en la Villa a una cuadra de la playa. Y habían armado con Moris y Javier el Juan Sebastian Bar, inspirado en un bar del mismo nombre en Brasil. Allí vi por primera vez a Javier en acción, tocando la batería todas las noches y a veces cantando. Acompañaba a Moris en un repertorio cosmopolita, que iba desde la bossa nova hasta los boleros, pasando por el rock'n'roll crudo y temas de los Beatles. Moris estaba empezando a componer sus primeras canciones.
Javier tenía una batería de doble bombo, medio improvisada, y Moris amplificaba su guitarra de una forma extraña, llamándole “estereofónica” porque los agudos iban a un parlante y los graves a otro. Fueron largas noches de zapada con un público integrado prácticamente por parejas jóvenes que estaban calentando los motores para irse a hacer el amor en la playa. Moris y Javier eran una especie de acto vivo que podía tener momentos intensos y climas románticos. Pero los muchachos se salian de la vaina y mostraban la hilacha: Javier podía aullar un tremendo “¿Qué dije?” de Ray Charles o un “Sally La Lunga”, de Little Richard. Y no sé cuánto colaboraba con el clima romántico que se esperaba de un boliche nocturno en la playa el que Moris les desgranara a boca de jarro su “No finjas más” o su “Yo no pretendo”, que reflexionaba “Muchos de ustedes no pidieron nacer/ en este mundo que es frío y es cruel”, mientras las parejas se miraban a los ojos tomadas de la mano.
Yo trabajaba de lavaplatos en el Faisán Dorado, un restaurant a la vuelta, y cuando terminaba me iba a verlos todas las noches. Durante el día también nos juntábamos a divagar, a veces tirados en la playa, Javier siempre íntegramente vestido de negro, hablando de música y de libros, de libertad sexual y de la maravilla de la naturaleza. Con Javier y Moris compartíamos la pasión por el jazz y por Walt Whitman, que nos había abierto un panorama nuevo en la rígida educación de la época.
Ya en ese momento Javier tenía claro que al regreso de Buenos Aires quería formar un grupo de blues y rock y que no iba a acompañar a Moris en su aventura de formar Los Beatniks con Pajarito. “Yo quiero hacer blues eléctrico, urbano, tengo que encontrar musicos para ese proyecto”, decía.
Mientras tanto tomaba forma el germen de lo que hoy llamamos rock nacional.
fuente: https://www.pagina12.com.ar/735931-javier-ayer-nomas