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Caso Fernando

Empatía pura: Sin conocer a la víctima hizo suyo el pedido de justicia

21-08-2023 Graciela Arce se instaló un mes en Dolores y esta semana viajó a La Plata por la audiencia de Casación. Suele ir a la tumba de Fernando Báez Sosa.
Graciela Arce, una docente jubilada del barrio porteño de La Boca que gastó el dinero ahorrado para sus vacaciones en una estadía de un mes en Dolores, para acompañar a los padres de Fernando Báez Sosa durante el juicio que terminó con la condena de los asesinos de su hijo.
 
El martes pasado, ella viajó a La Plata con un mapita que le dibujó su hijo, para plantarse frente al Tribunal de Casación, en 43 entre 12 y 13, con una remera, una pancarta y un barbijo con la cara de Fernando y las palabras justicia y perpetua. En el edificio, la defensa pedía revocar la máxima pena para Máximo Thomsen (23), Enzo Comelli (23), Matías Benicelli (23) y Luciano (21) y Ciro Pertossi (23), así como la absolución para Blas Cinalli (22), Ayrton Viollaz (24) y Lucas Pertossi (24), sentenciados (estos últimos tres), a 15 años de cárcel. Graciela Arce promete seguir movilizada hasta que la sentencia quede firme.
 
“Nunca tuve contacto ni soy familiar del matrimonio Báez Sosa, pero creo que el caso me afectó porque prácticamente fue un asesinato grabado en vivo”, explica, en alusión a aquel ataque ocurrido el 18 de enero de 2020 en la puerta de un boliche en Villa Gesell. Quizás el “enganche” también tuvo que ver con el perfil de la víctima -“un chico ejemplar, estudioso, cariñoso y educado, que fue con todo el sacrificio de los padres para poder disfrutar de sus vacaciones y le sucedió esto”, dice-; el hecho de que fuera el único hijo de la pareja, o que Graciela haya tenido contacto directo con muchas historias de violencia adolescente en su etapa como preceptora.
 
Como sea, cuando supo que el juicio tenía fecha de arranque, decidió que su lugar estaba ahí. Una semana antes sacó un pasaje para Dolores, alquiló un cuarto en una pensión situada a pocas cuadras del tribunal e imprimió cuatro fotos en blanco y negro de la cara de Fernando. Terminaron siendo 200, que repartió entre las personas que se manifestaron hacia el final del debate. Las pegó sobre cartones que todos los días juntaba en la calle.
 
Graciela tiene dos hijos de 30 y 33 años, a quienes les encantaba la idea de que ella por fin se fuera este último verano a Mar del Plata, después de pasar 10 años sin vacaciones. “No les dije nada. Arriba del micro les mandé una selfie diciéndoles que necesitaba estar con esa madre”. Y se fue.
 
Cuando no estaba frente al tribunal, Arce pasaba el rato en un café cercano. Allí conoció a Graciela, la madre de Fernando, y juntas decidieron montar el santuario con fotos, flores y carteles que se desplegó en la zona. Cada atardecer, la jubilada compraba una velita a pila para dejarla encendida cerquita de una foto del joven asesinado.
 
“Cuando terminó el juicio me encontré con mucha soledad y cansancio”, cuenta a EL DIA; por eso se quedó en Dolores dos semanas más: “Hasta que bajara la adrenalina”.
 
Volvió a La Boca con todo el material del santuario, incluidas las primeras flores que compró la madre de Fernando. El martes, frente a Casación, se reencontró con una mujer que tenía el cartel que ella le había dado en Dolores. Se abrazaron y lloraron.
 
“A Graciela y Silvino (los padres de Fernando) los veo muy afectados, porque se quedaron solos”, reflexiona esta mujer que quedó definitivamente ligada con el caso aquel día que los vio quebrarse frente a una cámara. Piensa en ellos cada vez que mira las fotos de sus propios hijos. Y también al recordar tantos incidentes en los que tuvo que intervenir mientras trabajaba en escuelas.
 
“Yo siempre me quedaba con el chico o la chica más débil; me he quedado horas con ellos y los llevaba a la casa”, cuenta. Con toda esa experiencia, reclama justicia por Fernando, por los Báez Sosa y también por su nieta, que hoy tiene 8 y en pocos años más querrá ir a bailar, como cualquier adolescente. “No quiero que le pase nada”, dice, convencida de que lo único que puede sanar y evitar horrores parecidos es la justicia.
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