Hacía algunos años que Cynthia Filippone residía en Villa Gesell. Venía de Villa Bosch, había estudiado Filosofía y Letras en la UBA y vendía mates de cuero y madera en el Paseo de los Artesanos de 3 y 104. Tenía dos hijos y vivía con Daniel Hernández, su concubino, uruguayo de nacimiento. Estaba por cumplir 41 años cuando la muerte la encontró colgando la ropa en el fondo de su casa durante el ocaso de una tarde húmeda y gris, como suelen serlo casi todas las de otoño en cualquier ciudad de la Costa Atlántica.