Por: Juan Martin Fernandez
Llegó caminando solo. Más atrás venia su mejor amigo, Nicolás, el padrino de Valentina. Recibirlo no fue fácil. Las palabras, para darle la bienvenida no me salieron. Solo tomé el picaporte, entró y le estreché un abrazo.
¨Hemos hablado varias veces, pero no nos habíamos visto¨, me dijo, aliviando mi falta de palabras. Caminamos hacia la mesa, donde lo primero que le dije fue:¨qué loco que te hayan querido investigar¨. La respuesta fue tan distendida que me volvió dejar mudo:¨no pasa nada. Le dijimos al fiscal que nos pida lo que necesite. Todo lo que sirva para saber que pasó con Agustín¨.
La tanda publicitaria se terminaba y tenía que comenzar la entrevista. Lo miré, me miró y se sonrió. Eso lo tomé como un gesto que me daba a entender que me quedará tranquilo, que había ido a hablar de todo lo que ha pasado en estos tres meses.
Increíblemente, de esa manera, el entrevistado –de semejante caso- tranquilizaba al periodista.
Así comenzó uno de las notas que más me constó hacer en mi vida….