La nota expresa:
Una tarde de sol. El mar calmo. Un grupo de chicos toca la guitarra. Las señoras charlan y los hombres miran. Los churreros llaman la atención. La cancha de vóley, ocupada. Hay clase de salsa con animadores para los más chiquitos. Todo sigue igual en esta tarde de febrero en Villa Gesell. Igual a la tarde del 9 de enero, antes que llegara la tormenta. Salvo por una cosa: un rosario cuelga de la carpa número 5 del balneario Afrika. Es lo único que a simple vista evoca la tragedia que sacudió a este balneario aquel día, cuando un rayo cayó en esa misma carpa y causó la muerte de cuatro jóvenes: Agustín Irustia (17), Nicolás Elena (19), Gabriel Rodríguez (20) y Priscila Ochoa (16).
Como buscando sobreponerse al dolor de la tragedia, la vida en el balneario Afrika logra seguir adelante, aunque nadie podrá borrar la huella que marcó a todos los que estuvieron esa tarde. Como Federico Campi, el guardavidas del balneario, que está con licencia psicológica por el trauma que le tocó vivir. Aquella tarde, el rayo lo tumbó en la arena. Sin dormir, estuvo en el balneario el día posterior a la tragedia, pero después no pudo volver, afectado por todo lo que vio. Emilce Gioia, dueña del balneario, prefiere evitar homenajes y placas recordatorias. Para ella, es como un mecanismo de defensa: “Ese día quedará para siempre, lo tenemos acá –dice mientras se toca el pecho–. Pero no podemos contagiar a los que vienen a veranear, a los que ahora están disfrutando de la tarde. Hay que seguir adelante”, remarca.
Pegado a la carpa número 5, un grupo de señoras de Capital Federal y de Catamarca comentan: “Fue una tragedia inexplicable, cosas de la naturaleza que nadie puede prever. Lo mismo pasó en El Rodeo, en Catamarca. La fuerza de la naturaleza se lleva vidas”.
Dicen que la carpa número 5 estuvo ocupada, pero que también hubo algunos que prefirieron evitarla, seguramente por superstición. Pero hoy, una hermosa tarde de febrero, el balneario está a full.
Algo también ha cambiado en la geografía del Afrika: la carpa número 5 no tiene el número que la identifica, ni tampoco la caja metálica para guardar pertenencia, que fue retirada por la policía para hacer peritajes. “Quedó comprobado que no tuvo nada que ver”, apunta Emilce, como si tuviera que defenderse. La Justicia todavía intenta explicar algo que en realidad no tiene mucha explicación: como una tranquila tarde de verano, con una tormenta que apenas el Servicio Meteorológico anticipó, se transformó en una de las tardes más trágicas de la historia de Villa Gesell y de las que muchos veraneantes nunca olvidarán.