En una edición especial de El Holograma y La Anchoa desde El Náutico, Villa Gesell, Guillermo Saccomanno señaló: “Había conocido Gesell en mi juventud, época de facultad, de militancia, de rock. En un momento determinado trabajé en publicidad y necesitaba limpiarme, entonces decidí tirar todo por la borda y venirme acá a escribir. No me acuerdo hace cuanto fue, hace más de 30 años. Me parece que cuando llegas a un lugar lo más interesante es explotarlo, descubrirlo e ir charlando con la gente, y lo primero que encontré fue una atmosfera barrial y comunitaria”. A lo que agregó: “Vivía veinte días acá, como siempre, y una semana en Buenos Aires para ver hijos, familia, etcétera. Pero cada vez más este fue mi lugar de pertenencia; es este el lugar con todas las contradicciones y con todas las carencias que tiene”.
En tanto que, sobre su libro El viejo Gessell, detalló: “Me pareció que él era un personaje interesante y su historia no estaba bien contada porque todos decían que era alemán y era de Banfield. Pero a mí lo que más me atrajo fue, en la concepción de como armar la villa, el ejemplo que para él significó Henry Ford. Era un admirador y había comprobado que Ford fabricaba autos para que los pudieran usar y comprar sus empleados y peones. A partir de ahí el viejo inventó algo muy piola, que fue el Plan Galopante. Fue realmente revolucionario porque si vos te comprabas un terreno a crédito, cuanto antes terminaras de construir quedaba saldada la deuda. Así fue creciendo Villa Gesell”.
“Era un tipo muy talentoso, muy emprendedor e inventor. Le gustaba inventar, si vas al museo hay bocetos de automóviles, de heladeras, de máquinas distintas, era un tipo muy interesante. Cuando yo estaba escribiendo sobre él y empecé a publicar las notas, mucha gente me puteaba por ser de afuera y escribir de Gesell, pero ellos vivían acá y no sabían quién era. No les preocupaba el origen, la identidad del lugar. Si consideras que este es uno de los balnearios más jóvenes, este es el que tiene más mito”, continuó el escritor, ensayista e historietista.
Por su parte, Jorge Martínez Salas, nieto de Carlos Gesell, expresó: “Los libros anteriores, básicamente La historia de Villa Gesell escrita por Omar Masor, es la historia oficial encargada y pagada por mi abuelo”. Mientras que añadió: “Él era un tipo tremendamente emprendedor y batallador, no se daba por vencido ante nada. Era bastante rígido y duro, pero a su vez un tipo cariñoso. A ver, para mí era mi abuelo no era un prócer. No era un abuelo de esos jubilados que te estaba esperando sin nada que hacer, sino que dirigió su empresa hasta el último día de su vida”.
En ese sentido, contó: “No era un tipo que empatizara realmente, la parte humana era su principal debilidad, en general las relaciones humanas con el resto de la gente no eran su fuerte. Estaba muy metido en sus cosas, pensando siempre, como decía Guillermo le gustaba inventar e investigar, solucionar temas. Cuando Villa Gesell ya era un éxito, en un momento compró 10.000 hectáreas en Río Negro y quería hacer chacras. Era el proyecto en el que estaba los últimos años de su vida”.
Además, Saccomanno hizo alusión a su libro Cámara Gesell y precisó: “Hay un inequívoco entre realidad y ficción. Con este libro me pasó, apenas salió, que hubo lectores que me putearon y me amenazaron, y del mismo modo hubo lectores que me felicitaron por haber contado lo que conté. Yo no había contado nada del otro mundo, en ese momento había una intendencia absolutamente corrupta. Cuando la partida de box, que uno de los boxeadores tiene el nombre del candidato tatuado en la espalda, ese era un dato cierto pero son situaciones menores (…). Una mujer vino a decirme que me había metido con su vida sexual porque había tenido un fato con un cura. Yo ni lo había pensado, pero en qué pueblo no hay un cura que tiene fato con las mujeres”.