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Sociedad

Luego de la promo mundial, La Nación contó la historia de El Topo... y de Gesell

21-12-2022 El diario de tirada nacional hoy publica una nota vinculada a la fabrica de churros . Y, al estar tan ligada a Villa Gesell, también cuenta historias de los inicios de nuestra ciudad. ¿Quien le puso churros el topo?. Su relación con otros nombres de comercios geselinos.
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Parte de la nota que hoy publica La Nación:

La promesa era cobrar solo 100 pesos por doce churros si ganaba la Selección Argentina. Es probable que Juan Manuel Navarro (47) no pueda creer lo que sucedió desde que la Argentina se volvió campeón del mundo. Ahora, no tiene un momento para respirar, las ventas de su negocio se dispararon. Navarro es uno de los actuales dueños del Topo, la tercera cadena de churrerías más antigua de Buenos Aires. En la capital, ya son dos días de filas kilométricas de hinchas que esperan bajo el sol un constante suministro de churros y lo muestran en redes con el #ElTopoCumple.

 
“#ElTopocumple”, pública la empresa en redes acompañado de videos con cientos de personas esperando su premio. Podríamos decir que el hijo superó al padre que comenzó el negocio en Villa Gesell, también con filas interminables, pero sin ninguna posibilidad de comparación.
 
El paraíso hippie es un lugar con churros
Hugo y Cacho estaban en problemas. Tenían maquinaria para surtir churros a miles de personas, pero no había lugar donde instalarse. Después de dejar Belgrano se mudaron a Paternal, pero no había tránsito en esa zona… no duraron más de un mes en ese sitio. Fue entonces que Juan, un motoquero amigo, les sugirió que visitaran Villa Gesell. “Les dijo que era un lugar chiquito, pero que cada vez había más gente. Pibes, onda hipona, rocanrolera... era el paraíso hippie”, describe Juan Manuel.
 
En aquel tiempo, Mar del Plata era el destino turístico por excelencia. Una ciudad inaccesible para una juventud cansada de lo convencional. Aquellos jóvenes desarreglados querían música alternativa y paisajes prístinos, un sitio sin edificios. Para la mayoría de los locales de la costa, este turismo era sinónimo de decadencia. Pero para los bares y la comida económica era un éxito asegurado.
 
Hugo y Cacho llegaron en octubre del 67 y compraron el último local de la única avenida que tenía la ciudad. “Estaba destruido. Tuvieron que tirar muros y levantarlos de nuevo. Pintaron todo ellos. Estuvieron hasta diciembre trabajando y abrieron los primeros días de las vacaciones”, precisa Juan Manuel.
 
- ¿Cómo surgió el nombre del local?
 
-En Villa Gesell había solo una persona que hacía letreros. Era un filetero que llamaban El Principito. Un tipo que vivió desde muy joven en la ciudad y que se encargaba de bautizar cada comercio. No sé por qué, pero siempre sugería nombres de programas para chicos. A nosotros nos sugirió El Topo inspirado en el Topo Gigio. En Villa Gesell varios locales tienen nombres peculiares como la Jirafa Rosa, Jirafa Azul, la Almeja Miope y El Topo. Son todas obras de El Principito.
 
- ¿Y el nombre al revés?
 
- Eso se les ocurrió porque querían llamar la atención de alguna manera. Querían desconcertar al público. Siempre nos lo preguntan así que pienso que tuvo efecto.
 
El primer verano tuvo un éxito desbordante. “Estaban trabajando mi viejo, y mi padrino, pero también estaba mi vieja y Betty, la esposa de Cacho”, explica Juan Manuel. Hugo y Juan Carlos trabajaban en la cocina y tanto Betty como Dolores, esposa de Hugo, atendían al público. “En esos momentos, todos hacían todo. Incluso Juan, el que les había recomendado ir a Villa Gesell, terminó trabajando ese verano”, agrega.
 
En enero de 1968, la juventud bonaerense se concentraba en Villa Gesell con intención de fiesta inagotable. Como en Estados Unidos, que tuvo su “verano del amor”, la costa, por la noche, se forraba de fogones a la orilla del mar que mezclaban con guitarras acústicas, encuentros cariñosos, alcohol, y, en la madrugada, volvían hambrientos a la ciudad en busca de lo que pudieran encontrar.
 
Desde las tres y media de la mañana Hugo Navarro y Juan Carlos estaban preparados para recibir a los jóvenes desvelados y desaforados en el pequeño local sobre la avenida 3. No había necesidad de esfuerzo, el aroma a churros recién cocidos conducía a los hambrientos a la recién estrenada churrería “El Topo”. “Junto con ‘Lo de Carlitos, el Rey del Panqueque’ éramos los únicos locales abiertos para después de la fiesta”, asegura.
 
El símbolo del Topo
Después de aquel verano, se convirtieron en un símbolo. No había Villa Gesell sin churros, y no había más churros que los del Topo. Para la siguiente temporada, crecieron aún más. Agrandaron el local y se expandieron a Necochea. Parecía que cada año la empresa seguiría el mismo curso, pero ni Cacho, ni Hugo, querían más de lo que ya tenían. “Hasta 2009 solo hubo dos locales, nada más”, cuenta Navarro. Esta situación era motivo de discusión entre su padre y él.
 
Tanto Juan Manuel como sus hermanos siempre buscaron abrir la empresa. “Cada vez éramos más familiares, y lo que en un principio nos daba a todos, cada vez se dividía entre más”, explica. Pero Hugo y Cacho mantenían su convicción de conservar las cosas como estaban. “Él pensaba que solo Cacho o él podían sacar adelante el negocio”.
 
 
 
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