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  • Jorge Corti

    ¿Importa el nombre?
No es cuestión de tener más policías, sino mejores policías. Desde hace meses se debate, bastante estérilmente, la creación de las Policías Comunales en el ámbito de la provincia de Buenos Aires. Hubo marchas y contramarchas y, lo más curioso, serias contradicciones en los respectivos partidos, demostrando que no existía un proyecto de fondo sino la búsqueda de un golpe de efecto político con miras electorales.
 
 
Días atrás vimos una verdadera batalla campal en el obelisco y sus alrededores, frente a la total impasividad de las dos policías mejor entrenadas y equipadas del país, la Federal y la Metropolitana. Un grupo de un centenar de jóvenes, evidentemente preparados para el caos, arruinaron la fiesta de cientos de miles de argentinos que festejaban el Subcampeonato Mundial de Fútbol, destruyeron todo lo que encontraron a su paso, y saquearon cuanto negocio pudieron, filmados y fotografiados desde todos los ángulos.
 
Quedó claro que no había conducción en las jerarquías policiales y que no había respaldo para que actuaran como debió ser. La Justicia brilló por su ausencia, y pese a que todos pudimos ver como se producían “robos en banda y poblado”, a las pocas horas todos los delincuentes estaban libres “por falta de antecedentes”. Una auténtica burla al ciudadano común, al tipo que comete el pecado de ir a trabajar y pretender, luego, pasar un momento de esparcimiento con su familia. 
 
Está claro, por lo tanto, que el primer problema con que nos enfrentamos en este rubro es la falta de una decisión clara del poder político y, consecuentemente, una falta de acción en la cadena de mandos, que si no es firme produce un efecto de desconcierto y desmoralización en los efectivos, que se sienten desprotegidos y sin poder ejercer la autoridad. Más de 20 uniformados heridos en torno del obelisco son una prueba cabal de esta realidad.
 
Si sumamos la falta de inteligencia, sin la cual no hay prevención, el único camino es la represión, y si esta es limitada por condicionamientos políticos arcaicos e ideologizados, todo es en favor de los delincuentes. A nadie se le puede ocurrir que se destruya el centro de La Habana, de Moscú, de París, de Londres y de otras grandes ciudades sin que la policía intervenga de inmediato. En La Argentina no la dejan.
 
Por lo tanto, antes de ponernos a discutir cuantas policías deben existir, lo primero es determinar qué autoridad se le dará, como se respetará la cadena de mandos, que preparación y capacitación se les suministrará, con que equipamiento se las proveerá y con qué presupuesto se contará (por supuesto especificando de donde saldrá el mismo). Después debemos ver los formatos.
 
Obsérvese que en los últimos años hubo policías para todos los gustos, y curiosamente la inseguridad creció en proporciones inversamente proporcionales. En una época se creó la “Policía 2”, que sería una fuerza de elite en el Gran Buenos Aires. No fue nada. Después se inventó la Comunal para distritos de menos de 70 mil habitantes (gestión León Arslanian), a la que Villa Gesell llegó a adherir a fines del 2007. No fue nada. Ahora se trata de imponer la Comunal para distritos de más de 70 mil habitantes, en un sinfín de desacuerdos, y nadie sabe qué pasará.
 
Más contradictorio y absurdo fue lo ocurrido en el ámbito del Gabinete Provincial. El gobernador Daniel Scioli unificó los ministerios de Seguridad y Justicia en manos del doctor Casal. Luego los volvió a separar y dejó Justicia en manos de Casal y Seguridad en manos del Alejandro Granados. Mientras iban a venían la Gendarmería, la Prefectura y el Servicio Penitenciario, corriendo la frazada y destapando los pies para cubrir la cabeza. Tampoco nada sirvió.
 
Al día de hoy se desconoce cuál es el presupuesto provincial en seguridad y mucho menos como se reparte y como se repartirá con las eventuales policías comunales, que algunos distritos ya han aceptado. De financiación nadie dijo una palabra. Se habla de un entrenamiento de tres meses, algo a todas luces insuficiente incluso para lo más elemental de una preparación básica, pero ni conversar de la financiación distrital.
 
 Lo que está claro es que ninguna reforma funcionará positivamente sin un eficaz proceso de capacitación de personal y sin un correcto equipamiento acorde a las necesidades de la modernidad. No se trata de cambiar nombres ni generar más burocracia. Se trata de hacer un correcto diagnóstico y de optimizar al máximo los recursos, tomando lo mejor del pasado (el policía de cuadra, por ejemplo) y aprendiendo de lo que se hace en los países con mayor seguridad.
 
En la próxima entrega, avanzaremos sobre la importancia del diagnóstico y las políticas de regionalización para nuestra zona de influencia.
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